Aprende a sonreír sin motivo.

jueves, 19 de junio de 2014

Aquel año.

¿El derecho a echarte de menos cuándo se termina?
¿Cuándo empieza la limpieza del dolor  y todas esas mierdas?

Han sido dos sueños contigo en un mismo día.
Todas las cosas que te decía y al despertar
este silencio.

Me siento como un turista incapaz de besar la tierra,
mirando cada paisaje con las manos en los bolsillos,
pidiendo comida a domicilio
y diciendo “ticket para uno solo” en cada museo.

Me basta tu risa para aferrarme a un recuerdo,
el bastón de tristeza con el que trato a los gusanos
cuando vienen a comerse los pedazos
y habitarme las sombras,
el horario de visitas de este absurdo trabajo
de olvidar  tus manos frías
cada vez que me emborracho.

Cada día.
La gente dice que deje de hacerme daño.
Olvidarte.

martes, 17 de junio de 2014

Demasiado rápido.

Nuestro silencio estaba cargado de ultraviolencia, ¿o acaso pensamos que no deciéndonos nada íbamos a dejar de hacernos daño? También nos quedamos sin amigos. Por no saber aguantar a nadie, ya ni nos reconocíamos en los espejos. El amor al final fue un océano donde nosotros quisimos nadar sin sentirnos exhaustos. Nos quedamos sin fuerzas en algún lugar entre el exceso y el no saber volver a la orilla, por habernos pasado tanto tiempo deseando quedarnos siempre flotando el uno al lado del otro. Ella era una sirena, de esas que te terminan hundiendo. Guapa como ninguna, terrible como la distancia sólo sabe desdibujar a las personas. El verano desde entonces es una gran cicatriz. La gente sabe que los "para siempre" pocas veces se cumplen, pero ignoran que casi nunca dejamos de esperarlos. Sucedió que por intentar ser demasiado, terminamos sin ser nada. Los besos nos los dábamos con los ojos abiertos, porque también queríamos besarnos con la mirada. Fue esa gran necesidad, ese descontrol del todo, sin tratar de salvarnos, saltábamos a nuestros brazos como suicidas esperando morir contra un cuerpo. Pero ya no tenemos a alguien en cuya piel poder olvidar el roce de aquella otra. Si me preguntas por qué, yo te diré que porque quisimos querer antes de saber querer. Que todo aquello nos venía grande: aquellos sentimientos, aquel océano, aquel "quédate toda la vida". Mira, ni quedarnos, ni toda, y por supuesto no sé si vida, pero oye: lo intenté. Espero que ese recuerdo sepa rescatarte un poco, cuando te hundas y allí no haya nadie para hacerlo contigo.

sábado, 14 de junio de 2014

Vinagre para las heridas, ¿dulce azúcar al final?

Repito lugares, que no momentos: vuelvo, vuelvo, vuelvo, sin intención de dejarte volver. Vuelvo, y cambio el día, la persona, el clima, para que cuando piense en ello automáticamente no aparezca tu cara en mi mente, no exista ya ese recuerdo. Pero no me daba cuenta, a medida que me perdía de calle en calle, que el cielo cada vez era más gris, las nubes se abalanzaban sobre mí y sin venir a cuento se puso a llover. Peor que un diluvio, sin tener un resguardo, sólo me acuerdo de cómo las gotas se deslizaban por el asfalto y dejaban ese olor a tierra mojada que me activaba todo por dentro. Siempre serás mi invencible tormenta de verano, con truenos y rayos incluída, escandalosa, grandiosa, que aparece sin que nadie la espere y se va sin que te haya dado tiempo a reaccionar, apenas cinco minutos después.