Aprende a sonreír sin motivo.

lunes, 12 de mayo de 2014

Se busca llorón. Stop.

La lluvia me limpiaba de miedos. Dejaba que cayeran las gotas en mi ropa y en mi piel. Me veía tan sola y tan patética que sólo quería llorar, como lo estaban haciendo esas nubes que aclaraban, con su gris marengo, un cielo negro lleno de estrellas. Cuando las miré a todas, tan relucientes, tan lejanas, me acordé de aquel refrán: algunos nacen con estrella y otros nacen estrellados. Saboreé mis últimas lágrimas, saladas pero amargas. O ácidas. Podridas. Ni siquiera sabía por qué estaba llorando. La lluvia seguía limpiándome mientras yo seguía pensándote. Era todo un círculo vicioso. Un círculo de mierda.

Yo nací estrellada. Desde pequeña las cosas no me salían como quería. En las edades de los grandes cambios, la gente que estaba a mi alrededor ponía remedios para mis desastres. Nunca me he sentido enteramente querida, quizás porque yo tampoco me he querido por completo.
Cuando dejé de llorar, vi que el mundo seguía moviéndose tan rápido como aquellas gotas que caían en mi pelo. La vida es eso que pasa. Que pasa sin preguntarte a qué velocidad lo deseas. Pero, quién iba a decir que el tiempo pasa más rápido cuando eres más feliz. Y cuando lloras. Cuando lloras y necesitas darle al stop y pararlo todo.
Estaba excesivamente sola. Pero era lo que necesitaba. La soledad es la mejor compañía cuando quieres llorar de verdad. Y tampoco nadie quiere ser el acompañante de un llanto ajeno. Es un papel muy importante, pocos están preparados para colaborar en esa trama. O ese drama. Llorar en compañía es difícil. Pero precioso.
Me saqué una sonrisa del bolsillo de mi abrigo. Estaba un poco mojada. Me di la vuelta y aquí estoy: buscando a alguien con quien compartir unas lágrimas.

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