Aprende a sonreír sin motivo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Como una manzana que al morder mi cabeza me confunde.

Hay personas que se enquistan, literalmente. Son el tipo de persona que llega por azar, en el momento preciso. Son personas adictas a los actos casuales, un tómalo o déjalo. Pero nadie te avisa de que si decides cogerlo no vas a poder soltarlo nunca más.
Tienen el poder de sacarte de ti mismo, de despertar tus sentimientos más oscuros y escondidos. Los que ni siquiera sabías que existían. Pueden encender la caja entera de cerillas con sólo estar cerca. Como el tabaco, como el alcohol, como todas las drogas, no sabes cómo dejarlas. No quieres dejarlas, en realidad. Te armas de valor y te repites día tras día que esa será la última vez. Hasta que parece que lo ha sido.
Pero, por suerte o por desgracia, el pasado siempre vuelve, para recordarte que está ahí. Y vuelve como esa persona, de noche, una noche. La noche es exactamente igual, te confunde, te hace pensar que nunca más será de día, que esas horas durarán eternamente. Y caes. Caes en picado hacia un lugar del que poca gente vuelve sana y salva.
De pronto vuelven las miradas, el baile de máscaras, la barra de hierro ardiendo que te quema las manos si la sostienes demasiado tiempo. Hasta que te quemas. Y mientras te quemas desearías poder quemarte por el resto de tu vida. Firmarías el ingreso directo en la unidad de quemados si pudieses hacerlo durar diez minutos más. Porque es esa persona, y tú sabes perfectamente quien es, sabes de quien hablo.

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